ALBERTO PHUMPIU, MILITANTE SOCIALISTA IN MEMORIAM
Eduardo Cáceres Valdivia
(PS-MNP)
En esta época de lo incierto y lo efímero, llego tarde a los homenajes con los que familiares, amigos, amigas y camaradas han despedido a Alberto Phumpiu. Por su concisión y justicia, me quedo con lo que escribe su sobrina Vanadis: “Fotógrafo, cinéfilo y amante de la música. Alegre y viajero. Inteligente y culto. Solidario y auténtico.” Y añado: militante del socialismo de Mariátegui, y por eso todo lo anterior. Recuerdo que después de visitar la muestra de Amauta que recorre el mundo y pasó un par de meses en el MALI, me hizo un par de comentarios eruditos sobre algunas ausencias en las que, al menos yo, no había reparado. Sin duda que para Alberto el Socialismo era la conquista del pan y la belleza. Y creo que con ésta le iba mejor que con el pan de cada día: su vida no fue fácil.
Si bien nació en Iquitos, en 1956, su territorio natural fue Lima. Sanmarquino, supongo que de la Facultad de Letras, frecuentó la política, las librerías, los cines y los bares de la ciudad con similar curiosidad en todos los campos. Militó en Patria Roja en sus primeros años de activismo político, luego se orientó hacia el espacio que devendría en el Partido Unificado Mariateguista (PUM) y sus sucesivas mutaciones hasta llegar al Partido Socialista y el Movimiento Nuevo Perú. Juan Mendoza rescató una foto de Alberto en el congreso CCP que tuvo lugar en Querecotillo (Piura) el año 1975. Yo lo conocí en la década de 1980, cuando formaba parte del equipo de redacción del semanario Amauta que dirigía Raúl Wiener. Conversar con él era una forma amena y segura de enterarse de qué valía la pena ver en los cines o en qué andaba la literatura nacional. Y de escuchar agudos comentarios sobre política o fútbol, gracias al irónico manejo que tenía de los lugares comunes que pueblan la retórica nacional.
En la década siguiente nos encontramos en APRODEH, en los años en los que nos enviaban arreglos florales mortuorios y nos pintarrajeaban las paredes. Descubrí que era una persona de múltiples círculos. Entre otros, los poetas de Hora Zero (en particular era muy amigo de Tulio Mora); cineastas como Christian Wiener y Pancho Adrianzén; sus compañeros de militancia, en los derechos humanos y en la izquierda. A pesar de su enorme cultura, escribió muy poco y en la mayoría de los casos sin firmar. Seguramente era de los que pensaban que existiendo tanta buena literatura era mejor ahorrarles tiempo a los lectores para que se dediquen a lo esencial. Fotografió mucho: acompañando campañas políticas (en particular las de Javier Diez Canseco), movilizaciones sociales y acciones en pro de los derechos humanos y la democracia, y recorriendo el país. Habrá que organizar una muestra –probablemente virtual en estos tiempos de distancias- de lo mejor de su producción.
El terreno privilegiado de su actividad creativa y de su compromiso político fue, sin duda, el cine. La hija de Pancho Adrianzén, Berenice, ha sintetizado los principales logros de Alberto: el 2014 fue productor del corto que dirigió Pancho en torno a la vida de Javier Diez Canseco (“Contra el tiempo”), ganado ambos el concurso de cortometrajes del Ministerio de Cultura. Posteriormente colaboró con la investigación para otras dos producciones: “Memorias de Uchuraccay” y El Color del Cielo”. Creo no equivocarme si afirmo que su mayor logro personal fue un cortometraje que dirigió y produjo hace casi tres años: “La primera juventud de Javier”. Aspiraba a completar una serie acerca de la trayectoria de quien fue su principal referente político y vital. Invito a verlo (está disponible en youtube) para comprobar la calidad del trabajo y la emoción que trasunta.
Los últimos meses de su vida fueron particularmente duros: la enfermedad, la soledad, la precariedad material. Pero nunca perdió la voluntad de lucha. Ni la elegancia, en el mejor sentido del término. Hasta el final trabajó en lo que pudo, y militó. Era parte del equipo de comunicaciones del Partido Socialista y, cuando me pidieron grabar un pequeño mensaje en relación a la coyuntura, a inicios de este año, apareció junto con sus camaradas para cumplir con su tarea. Después lo vi en casa de Liliana Panizo y, tras apenas mencionar el agravamiento de su enfermedad, conversamos sobre política y fútbol. La cuarentena nos alejó y ahora su muerte nos separa de manera definitiva. Allí donde termina su huella debe continuar la nuestra. Aunque suene repetitivo, hoy más que nunca: ¡Con su ejemplo, venceremos!
ECV
PS-MNP